jueves, 20 de septiembre de 2007

Expresiones Habituales (Entrada3)

EXPRESIONES HABITUALES



Y Torear a alguien

Y Coger el toro por los cuernos

Y Ponerse bravo/a

Y Saltarse algo a la torera

Y Echarse, o ponerse, el mundo por montera

Y ¡Ciertos son los toros!

Y Echar un capote (a alguien)

Y ¡Al toro!, ¡Suerte y al toro!

Y Atarse, o apretarse, bien los machos

Y Hacer novillos

Y Tirarse al ruedo

Y Meterse (o que te metan) en un embolao

Y Bregar

Y Andar o estar boyante

Y Llegar al último toro

Y Cambiar de tercio

Y Cortarse la coleta

Y ¡Torero!¡Torero! (como aclamación)

Y Farolear, tirarse o marcarse un farol

Y Dar largas a alguien

Y Hacer algo al alimón

Y Estar al quite

Y Escurrir el bulto

Y Puya (clavar o meter puya), meter un puyazo

Y Crecerse en el castigo

Y Tener querencia, quedarse en la querencia

Y Tener buena mano izquierda

Y Pinchar el hueso

Y Darle a alguien o a algo la puntilla, apuntillar

Y Dejar a alguien, o estar, para el arrastre

Y Hacer algo a toro pasado

Y Salir por la puerta grande

Y Hacerle a alguien una faena

Y ¡Qué me coge el toro!

Y ¡Ciertos son los toros!

Y Capear el temporal

Y Tener peores intenciones que un Miura

Y ¡Que par de pitones!, estar bien puesta de pitones

Y Dar la alternativa

Y Entrar a matar

Y Estar enchiquerado

Y Estar un sitio hasta la bandera

Y Un mano a mano

Y Tener más valor que el Guerra

Y ¡Menudo viaje!

Y Nuevo en la plaza

Y Pasar por alto

Y ¡Que Dios reparta suerte!

Y ¡Qué afición!

Y Rematar la faena

Y Salir por pies, o por piernas

Y Sortear un peligro

Y Ver los toros desde la barrera

Y ¡Vete al cuerno!

Y Es manso pero topa

Y Ya está el toro en la plaza

Y Mirar al tendido

Y Poner un par de banderillas

Y División de opiniones

Y Cerrar la salida

Y El tendido se alborota
¡Ánimo y al toro!

Expresión de aliento para ir directamente al fondo del asunto.

Y Coger el toro

También pillar. Ser derrotado o superado por las circunstancias.

Y Conocer el percal

El percal o percalina es el capote, normalmente hecho en esa tela. Conocer el percal es, por lo tanto, saber manejar el capote, sacarle partido. Fuera de los ámbitos taurinos conocer el percal se dice de la persona que sabe de lo que habla, que conoce lo que tiene entre manos. Se dice también del que maneja los hilos de un asunto y sabe por dónde se mueven las cosas. Para estos usos no taurinos se dice también «conocer el paño y conocer el género en alusión a la tela con que los sastres cortaban a sus clientes el vestido, y que era necesario conocer bien para no recibir gato por liebre»

Y Dar la puntilla

Rematar a alguien; terminar de destruir algo o al alguien. Proviene de la operación de rematar al toro una vez que este ha doblado.

Y Dejar a alguien en las astas del toro

Abandonarlo en un peligro.

Y Echar [a alguien] al toro

También soltar. Acorralarlo con acusaciones o recriminaciones.

Y Echar [a alguien] un capote

Prestar ayuda a alguien, tenderle la mano en el momento comprometido, de la misma manera que se hace en el mundo de los toros cuando hay riesgo de cogida.

Y Estar para el arrastre

Estar en baja forma tanto moral como físicamente. Tomado del arrastre por las mulillas una vez que el toro ha doblado y ha sido apuntillado.

Y Encarador como toro tuerto

Del refranero criollo argentino.

Y Ir directamente al toro

Agarrar al toro por los cuernos

Y Saltarse a la torera

No hacer ni caso de las normas. Proviene del salto que por encima de la barrera dan a menudo los toreros para ponerse a salvo del toro.

Y Tener más cuernos que un miura

Puede emplearse tanto para expresar peligro como para referirse al marido al que su mujer le es infiel.

Y Tener mano izquierda

La expresión tener mano izquierda viene del mundo del toro.
Ahí significó —y significa— simplemente saber torear al natural, esto es, de modo regular, pues torear con la mano derecha es arte menor.

En 1796, aparece en Cádiz un libro titulado La Tauromaquia o Arte de torear, del que se declara autor —con seguridad no lo es, porque apenas sabía firmar— José Delgado Guerra, alias Pepe-Hillo. Nada menos. Es un tratado de preceptiva taurina, que se muestra tajante:

La muleta debe tomarla el diestro con la mano izquierda; para la suerte la pone al lado del cuerpo, y siempre cuadrada; y situado en el terreno del toro, lo insta para partir, y lo recibe en dicha muleta al modo de la suerte de capa al pase regular.

Lo demás son ayudados, pases irregulares dados con la muleta prendida con la mano derecha y, por tanto, despreciables y sin valor.
Han pasado más de doscientos años. La idea permanece: hoy, en cualquier tertulia taurina se oye que para triunfar en el arte de Cúchares se puede ser de derechas, pero hay que tener mano izquierda, porque la izquierda —la de citar de frente, la de citar con valor— es la que trae la fama y los dineros. Es el drama de Rivera Ordóñez.
A partir de aquí interviene el genio de la lengua, el duende que consigue que combinaciones léxicas propias de jergas especializadas, como lo es la taurina, pasen a la lengua general con un sentido figurado y metafórico completamente distinto de aquél con que nacieron.
Dije y mantengo que en el mundo del toro, tener mano izquierda sigue siendo saber torear al natural; en el lenguaje coloquial, asombrosamente, vale por tener astucia o habilidad para manejarse.
El caso no es ni mucho menos único. En el propio entorno taurino, ver los toros desde la barrera es analizar las características de los morlacos protegido tras el burladero; en lenguaje coloquial es expresión idiomática —muy idiomática, diría yo— equivalente a observar cierto acontecimiento con la tranquilidad del que es extraño a él o puede desentenderse de él. Coger el toro por los cuernos es taurinamente hablando feo recurso del que se vale el matador para desviar la inminente tarascada de la res; en lenguaje común la frase se sublima para acabar significando enfrentarse con decisión a una dificultad. ¡Tiene tela!

Otro tanto puede decirse de salir a la arena, tener casta, hacer un quite, tener vergüenza torera, frases todas ellas con un significado metafórico mucho más noble que el original que tuvieron y conservan en el mundo del que provienen.
Aunque tal vez con menos frecuencia, el fenómeno que señalo se produce también en otros campos. En el del deporte, en el de los juegos, en el de la matemática, en el de la aviación... Un ejemplo procedente del ámbito musical: coger la batuta; del puro acto material de tomar entre las manos un palo delgado y corto para marcar el compás a dirigir una corporación o conjunto de personas, determinando lo que se ha de hacer o la conducta que se debe seguir va un trecho; sólo explicable por los milagros que obra la lengua libremente hablada y transmitida.

Y Tirarse al ruedo

También saltar o lanzarse al ruedo. Significa encarar un asunto importante, decidirse a participar ante un grupo de personas. Proviene la expresión de las acciones de los espontáneos que se lanzan al ruedo para emular las hazañas de las grandes figuras.



Y Tener más peligro que un miura

Aplicable normalmente a una persona peligrosa por sus acciones.

Y Ver los toros desde la barrera

Se dice también desde el balcón, desde la talanquera... Significa participar en los acontecimientos desde fuera, sin emplicarse directamente. Hay varios refranes que expresan lo mismo.

Y Vestirse de luces

Ponerse elegante. Pero no solo el torero se pone elegante para ir a los toros.







© 2003-2005 María del Carmen Ugarte. Puede copiarse, distribuirse o modificarse bajo los términos de la GNU Free Documentation License, version 1.1

Refranes de Toros 1 (Entrada2)

Y El toro que me corneó a mejor prado me echó [And.].

Y El toro y el melón, como salen son.

Y El toro y el gallo, en el mes de mayo.

Y El toro y el vergonzoso, poco duran en el coso.

Y El toro y el vino, debe ser fino.

Refrán recogido en la Antología de dichos y refranes taurinos del que sin embargo, no he podido constatar ningún uso real. Es bien sabida la relación del mundo del vino con el mundo del toro, que también ha sabido ligarlo en una imagen la casa Osborne. Este refrán, independientemente de su significado, nos trae evocaciones de las ferias de Jerez y Puerto de Santa María, y bien pudiera ser que este fino no sea otro que el vino fino que se bebe en esas y otras ferias andaluzas.

Por otro lado tenemos un precioso artículo de Antonio Díaz Cañabate [1] referido a Curro Romero en que la metáfora con el vino oloroso es continua y completa:

Estamos en la plaza de toros de Jerez. Son las siete de la tarde. ¡Qué hermosura de color y de color! ¡Qué buena amalgama la del calor y el calor de la Baja Andalucía! Tenemos sed. ¡Qué bien vendría una copita de vino! Curro Romero está en el ruedo. Clarines del último tercio. Curro Romero no coge la espada ni la muleta, sino una botella y un catavino. ¿Cómo va a torear con un catavino y una botella? ¡Ah!, es que el catavino tiene la forma de una muleta y la espada es la botella. Tenemos sed. Estamos sedientos por ver el arte del toreo que duerme hace tiempo en las soleras de muy poquitos toreros. Curro Romero nos lo va a servir. ¿Fino? ¿Oloroso? ¡Vaya por el oloroso! Empieza a torear; cada pase un sorbo. El vino de Jerez, como todo lo exquisito, es preciso saborearlo lentamente, lentamente torea Curro Romero. Al cuarto o quinto pase, ya baila y brilla en nuestros ojos la embriaguez que se deriva de lo bello. Los pases se suceden con espacio y despacio. El toro es noble, acude dócil, pero es necesario tirar de él, templarle. El toro tiene su temple. El torero tiene el suyo. Se unen los dos. Arte puro. Ni una sola vez, una postura forzada o violenta. Ni por asomo aparece el mal gusto. Los pases se suceden variados. Su remate no es el de pecho. Cada remate es distinto. A cuál más graciosos y garbosos. A cual más torero. el vino oloroso de Curro Romero ya se nos ha subido a la cabeza. La plaza de toros de Jerez está borracha de euforia. ¡Qué a punto grita el ole! ¡Ole! ¡Qué buen son el de las palmas! ¡Vino del toreo oloroso! ¡Aromas de la solera del toreo! La solera del pase natural de Curro Romero que se va desparramando en el aire como el perfume que se expande al descorchar una botella de vino de Jerez. El toro y el torero a compás giran parsimoniosamente. La muleta parece que quiere abrazar al toro. El toro la esquiva no con brusquedad, sino blandamente. es inútil que me embale en acumular metáforas. El pase natural de Curro Romero hay que verlo.

Llevo varios años clamando en contra de la monotonía de las faenas de muleta. Faenas de muleta como el vino ordinario y espeso. El público las acepta porque, a falta de vino oloroso, bueno es el espeso. ¡Ah! Pero cuando un torero destapa la solera del toreo variado, en los ojos de la gente baila y brilla la embriaguez de lo bello. Tenía que ser en Jerez, Tenía que ser en Jerez donde el toreo de Curro Romero se convirtiera en vino oloroso. Toda la plaza borracha de entusiasmo, y Curro Romero tranquilo, sirviendo las copas de los pases. ¿No lo ha catado? Creíamos que no, pero nos equivocamos, Curro Romero se perfila, arranca recto y clava media espada en la yema. Rueda el toro sin puntilla. El toro y el torero también estaban borrachos. Las dos orejas y el rabo. Bueno, ¿y qué? ¿Qué es eso? ¿Qué es eso al lado de los brincos del corazón emocionado por el arte puro, por el arte de torear olorosamente? Cada pase un efluvio.

Vendimia en Jerez. Pronto las soleras empezarán a colmarse. Dentro de unos años el vino será embotellado. Habrá un vino oloroso que se llamará de Curro Romero. Cosecha de 1966».

Curioso, por otra parte, el paralelismo entre la crianza del vino y el toro, que uno de los más prestigiosos ganaderos del momento, Victorino Martín, hizo al periódico riojano, La Rioja, cuando le pidieron opinión sobre los afamados vinos riojanos: «Todo el mundo sabe que la crianza de los buenos vinos necesita de varios aliados necesarios e imprescindibles: el tiempo, la paciencia necesaria para que en las barricas el vino vaya creciendo y aquilatando sus mejores esencias; las buenas materias primas y el conocimiento de las técnicas apropiadas para que el proceso vaya a buen término. Curiosamente, en las ganaderías de toros bravos se necesitan los mismos ingredientes: una paciencia a prueba de bomba para conseguir los toros como el criador desea; la materia prima que en las ganaderías pasa por un concepto clave y fundamental que es la casta y la utilización adecuada de las mejores técnicas, que en mi mundo es la prueba de la tienta».

Y En Madrid murió Granero y en Sevilla Valerito, por encima de Pedro Maraña, vive Enrique el Chiribito [Porcuna (Sevilla)].

Y En mayo, toro y caballo.

Trozo de un refrán mucho más largo, en realidad una serie de refranes encadenados, que va recorriendo los meses del año y las cosas idóneas o típicas de ellos: En enero, el gato en celo; febrero, merdero; marzo, sol como mazo; en abril, aguas mil; en mayo, toro y caballo; en junio, hoz en puño; en julio, calentura y aúllo; en agosto, frío en el rostro; en septiembre, el rozo y la urdimbre; en octubre, uñe los bueyes y cubre; en noviembre y diciembre, coma quien tuviere y quien no tuviere siembre.

Mayo es, sin duda, uno de los meses más típicamente taurinos en los que se dan importantes fiestas. En Madrid, la feria de San Isidro ocupa su segunda mitad.

Y En medio del coso, es donde ha de hacerlo el valeroso.

Y Encarador como toro tuerto [Arg.].

Y Eso queremos los de á caballo, que salga el toro (Sbarbi).

Uno de los refranes recogidos por Sbarbi: «Explica el deseo que tiene alguno de lo que mira como útil, aunque á costa de alguna dificultad ó peligro».

Y Estreno de alcalde, novillos y baile.

Y Esto huele a cuerno quemado.

Y Hasta el rabo todo es toro.

Corresponde a la serie de refranes que indican que un negocio, trabajo o tarea no debe considerarse concluido hasta que se ha llegado al final, pues pueden surgir imprevistos. Hay que tener, por lo tanto, firmeza y tesón para terminar las tareas empezadas.

En el ámbito taurino además el peligro acecha hasta el final, el toro puede volverse en mitad de un pase, por lo que el torero no puede confiarse.

Y Hay que agarrar al toro por los cuernos, y al hombre por la lengua [Méx.].

Y Haber sido "toriao" en muchas plazas.

Y Hay que coger al toro por los cuernos.

Y Hijo de toro matrero, siempre sale marrullero [Méx.].

Y Huyendo del toro, cayó en el arroyo.

A veces queriendo huir de un peligro se cae en otro mayor. Hay otro que dice: Huyendo de la sartén, dio en las brasas el pez.

Y Irse con la capa al toro, no es para todos.

Y La mujer como la vaca, se busca por la raza.

Y La mujer, el toro y el melón, como salen son.

El toro y el melón como salen, son.
Tres cosas hay que nadie sabe cómo han de ser: el melón, el toro y la mujer.
El melón y la mujer, difíciles son de conocer.

Comparados a menudo el toro, el melón y la mujer, pero aplicado sobre todo al mundo taurino, significa que por muy buena presencia que tenga el toro, por muy bueno que sea el encaste o afamada la ganadería, al final lo que importa es cómo se comporte durante la lidia. De la misma manera, el melón exige cala y cata. Algunos comentaristas taurinos echan mano de esta comparación propiciada por el refrán para recordar que «lo mismo que ahora se pueden encontrar en el mercado en todas las épocas del año melones, pero que llevados a la mesa resultan insípidos, lo mismo llegan a las plazas toros aún por hacer».

Y Las figuras, poco toro y mucha guita.

Y Llamar al toro desde la barrera, eso lo hace cualquiera [Méx.].

También en el Refranero mexicano. Declara lo que enuncia, que sintiéndose a resguardo, cualquiera puede ser bravucón.

Y Los toros bravos descubren a los toreros malos.

Y Los toros se ven mejor desde la barrera.

Y Llegó el momento de la verdad.

Y Más arrugado que pescuezo de toro.

Y Más bolas que un torero ciego.

Y Más cornás da el hambre.

Otra de las frases míticas del toreo que hace referencia al origen humilde de muchos toreros, que antes de conseguir fama y dinero tuvieron que pasar muchas necesidades.

Se atribuye esta frase a Manuel García y Cuesta, el Espartero, respuesta que dio cuando le preguntaron si no temía arrimarse al toro.

Y No es de bravo señal buena, toro que escarba en la arena.

Ya que es señal de desconfianza y mansedumbre. De igual forma no son signos de bravura, el echar la cara al suelo, brincar, cangrejar o andar de costado.

Y No es lo mismo hablar de toros que estar en el redondel [Méx.].

Y No es lo mismo torear que ver los toros desde la barrera.

Y No es miedo al toro, sino al final del cacho.

El cacho en Hispanoamérica es el cuerno. Por otro lado, en el mundo taurino, es muy usual la expresión fuera de cacho para referirse al torero que ejecuta la faena, especialmente la de muleta, fuera de la jurisdicción del toro. Torear fuera de cacho es muchas veces sinónimo de 'torear con miedo'.

El toro y sus cachos aparecen como asustachicos según esta nana andaluza recogida por García Lorca («Canciones de cuna españolas »).

Dórmite niño,
que allí viene el toro
con la cola e'plata
y los cachos de oro.

Y No hay toro valiente para tanta garrocha [Méx.].

Refrán popular del Refranero mexicano que en forma declarativa significa lo que enuncia: que hasta el más valiente se achica cuando el peligro es grande, está protegido y no ofrece una lucha leal, como el picador que usa una garrocha larga para mantener lejos al toro.

Y No hay quinto malo.

Refrán que ha pasado también al habla general y que tiene su origen en los tiempos en los que no había sorteo y los ganaderos reservaban para ese lugar aquel toro que creían que iba a dar mejor juego.

Hacían el número cinco de la lidia los toros: Bailador, que mató a Joselito en Talavera en 1920, e Islero, el miura que corneó a Manolete en la plaza de Linares acabando con su vida.

Espartero, nació en Sevilla el 18 de enero de 1865 y murió el 27 de mayo de 1894 en Madrid, cuando el toro Perdigón le cogió al entrar a matar. Fue enterrado en Sevilla y pronto corrieron muchas coplas por toda España sobre su figura.
Tomó la alternativa en su Sevilla natal de manos de Antonio Carmona, Gordito, el 11 de octubre de1885 con un toro de Miura. Confirmó la alternativa en Madrid tres días después teniendo como padrino a Fernando Gómez, el Gallo. En la década que estuvo en activo Espartero alternó grandes triunfos pero también graves cornadas; se quedaba quieto ante las embestidas del toro y solo en el primer año como matador sufrió 15 cornadas, pero como él mismo decía «más cornás da el hambre».
Compitió con Guerrita, considerado el mejor torero de la época, pero poco querido por la afición que prefería, sin duda a Espartero, mucho más popular. Reproducimos a continuación parte de la entrada de Iribarren respecto a este refrán: [Según el publicista taurino Luis Fernández Salcedo] Antes de que Mazzantini impusiese el sorteo que, por ser cosa justa, llegó hasta nuestros días, los ganaderos fijaban libremente el orden en que habían de pisar el ruedo los toros . Y convencidos de lo mucho que influyen en el éxito los factores psicológicos, reservaban para quinto lugar el toro de más confianza, a fin de dejar buen sabor de boca.
Al pronto, parece que esto se conseguiría mejor con el último, pero no es así, porque en aquellos tiempos sobre todo, muchos aficionados se marchaban después de picado el sexto, o cuando el matador le daba los tres o cuatro primeros muletazos. (Hay que tener en cuenta que la faena de muleta no interesaba con exclusividad, como ahora, y que las plazas estaban más alejadas de las ciudades, y con menos medios de comunicación). Por todo ello, la pelea del sexto pasaba más desapercibida que la del quinto, y además era raro que al acabar el festejo el público se quedase para aplaudir el último toro en el arrastre o exigir la vuelta al ruedo del mismo .
Aunque parece cosa baladí, la acertada combinación de lo bueno y lo menos bueno tiene una importancia extraordinaria; tanto es así, que cuando un ganadero lleva una corrida mal presentada, el mayoral procura desencajonar los toros de modo que los fallos se disimulen: por ejemplo, reservando para segundo y cuarto lugar los de menos bulto y empezando bien para acabar mejor». Mazzantini —añadiré yo [Iribarren] como explicación— impuso el sorteo en la época de su competencia con Guerrita (es decir, en el postrer decenio del siglo último), Mazzantini se quejaba —y con razón— de que los ganaderos, al señalar el orden de salida de sus toros, reservaban los mejores para Guerrita, Y era explicable que hiciesen esto, porque el célebre diestro cordobés, que toreaba, banderilleaba y muleteaba como nadie en su tiempo, lucía los toros y sabía sacarles partido, mientras que Mazzantini, «el rey del volapié», no sabía más que matarlos, pues como lidiador era basto, torpón y de pocos recursos.
Coincide con la opinión de Fernández Salcedo la de mi amigo [de Iribarren] el célebre escritor norteamericano Ernest Hemingway (Premio Nobel de Literatura de 1955), el cual, en su novela taurina Death in the afternoon («Muerte en la tarde») (New York-London, 1932, tras de explicar el proverbio «No hay quinto malo», dice así:
Probablemente originado cuando los ganaderos decidían el orden en que debían ser lidiados sus toros. Más tarde, los toros eran muertos por lotes, como lo son ahora; pero anteriormente los ganaderos colocaban en quinto lugar el toro que consideraban mejor».

Y O tú matas al toro, o el toro te mata a ti.

Máxima taurina en el que muchos encierran la esencia del toreo e incluso de la existencia del torero.

Y Pa los toros del Jaral, los caballos de allá mismo [Méx.].

Se conocen distintas variantes: Pa las mulas del Jaral, los caballos de allá mismo, entre otros.

Refrán mexicano, de la zona de Guanajuto, muy citado todavía hoy en día y que significa que para entenderse con los bravos, los difíciles de una zona, lo mejor es alguien de su misma tierra, de sus mismos orígenes. Es equivalente a este otro: La cuña, para que apriete, ha de ser del propio palo.

El Diccionario breve de mexicanismos incluye la siguiente entrada: «pa' los toros de El Jaral, los caballos de allá mesmo. (El Jaral fue una hacienda en el estado de Guanajuato, cuyos caballos y toros eran famosos.) ref. Tal para cual; para un listo, otro listo; para ciertos fines es mejor alguien del mismo oficio o de la misma familia [el DRAE 1956 tiene un refrán de sentido opuesto: no hay peor cuña que la de la misma madera]».

Miguel de Berrio y Zaldívar fuen nombrado en 1774 Primer Marqués del Jaral por el Rey Carlos III, en aquella época la hacienda era considerada de las más grandes de Nueva España.

El Refranero mexicano, por su parte, recoge las siguientes variantes: P'a los toros de Tecuán, los caballos que allí dan; P'a los toros del Tecuán, los caballos de allá mesmo; Para los toros de El Jaral, los caballos del mismo corral; Para los toros del Tecuán, los caballos de allá mismo, todos ellos bajo la entrada: p'a los toros de El Jaral, los caballos de allá mesmo (s.v. toro).

Y Pa los toros de Tecuán, los caballos de allá mesmo [Méx.].

Y Pa los toros de Tepehuanes, los caballos de allá mismo [Méx.]

Y Paciencia y barajar, hasta el rabo todo es toro y hasta segar todo es hierba.

Propio del juego del mus, reúne varios refranes conocidos.

Y Pan y toros.

Este dicho, adaptado a la realidad española de los siglos XVIII y XIX, tiene su origen en el conocido dicho latino panem et circenses con el que el poeta Juvenal despreciaba a sus contemporáneos, ya en la decadencia del Imperio, por pedir solo trigo y espectáculos circenses gratuitos. Modernamente se han sustituido los toros por el fútbol: Pan y fútbol.

Unamuno en su conocido artículo «El espíritu castellano» (1895) ensarta el refrán en medio de su razonamiento de esta manera: «¡Pan y toros, y mañana será otro día! Cuando hay, saquemos tripa de mal año, luego... ¡no importa!».

Y Pan y toros queremos, si falta algo que sea lo primero.

Y Para decir que el toro viene, no es menester tantos arrempujones.

Y Para ser un buen torero, antes hay que ser un buen toro [Arg.].

Y Para torear y para casarse, hay que arrimarse.

Y Pelean los toros, y mal para las ramas.

Habla de que en las peleas el mal suele llevárselo el que está en medio.

Y Por los cuernos se agarra el toro.

Y Puedes jugar con el toro hasta que te meta el cuerno por un ojo [Inglaterra].

Y Puesto está el castillo, ciertos son los toros.

Y Que lo cuerne el toro [Méx.].

Y Quien con toros anda, a torear aprende.

Y Se coge al toro por los cuernos, al hombre por la palabra y a la mujer por el elogio (proverbio latino).

Y Se le volvió la vaca toro [Arg.].

Y Se levanta de las vacas para acostarse con los toros.

Y Según es el viento, tal es el tiento.

Y Si la vaca fuera honesta, cuernos no tendría el toro.

Y Sólo los toros y las vacas van en un hato [Méx.].

Y ¡Suerte y al toro!, y tiene usted un miura.

La conocida expresión ¡suerte y al toro! con la que se desea suerte en el desempeño de alguna tarea se ve potenciada aquí con la introducción de los míticos miuras, sin duda la ganadería más prestigiosa ahora mismo en España. Los miuras también intervienen en dichos como tener más peligro que un miura o tener más cuernos que un miura.

La ganadería Miura se fundó en 1842 por Juan Miura; añadiéndose durante los años siguientes otros encastes. En 1917, tras la muerte de su padre, Eduardo Miura (hermano del fundador) se hicieron cargo de la ganadería sus hijos que la anunciaron como Hijos de don Eduardo Miura. Tras sufrir otras sucesiones actualmente se anuncia como Hijos de Eduardo Miura Fernández.
Un miura, Islero, quinto de la tarde, cogió a Manolete en el momento de entrar a matar en la plaza de Linares el 28 de agosto de 1947 causándole la muerte.

Antes, en 1898, otro miura, Perdigón, había terminado con otro torero mítico, el Espartero:

Los toritos de Miura
ya no tienen miedo a nada,
que se ha muerto el Espartero,
el que mejor los mataba.

Y Tabaco, toros, naipes y vino, llevan al hombre a San Bernardino.

Y Tan cierto como los Toros de Castril [Castril (Granada)].

Y Tarde de expectación, tarde de decepción.

Y Tome el toro por las astas y no caiga en refranes comunes [Arg.].

Curioso refrán argentino sobre el dicho, con numerosas, variantes de que al toro hay que cogerlo por los cuernos. Se recuerda que el significado de coger en numerosos países suramericanos es el de cubrir el macho a la hembra; coger es, por tanto, palabra malsonante y tabú.

Y Todo es toro, y corre, que te coge.

Refrán que suele aplicarse a los banderilleros, que desprovistos de capote o de otro engaño, tras haber citado al toro y clavado sus banderillas, con frecuencia denominadas garapullos, deben salir corriendo para que el toro no los coja, y o bien se refugian en el burladero o bien saltan con gran agilidad por encima de la barrera.

Y Torito valiente, torito galán en la Plaza Nueva te van a matar [Losar de la Vera (Cáceres)].

Y ¡Toros! Sólo su aliento te levanta un chichón.

Y Toro muerto, vaca es.

Se dice para hacer ver que ciertas diferencias a la hora de la verdad ni se tienen en cuenta ni se notan. Probablemente tenga un origen gastronómico, basado en el hecho de que una vez muerto el toro servía para el puchero tanto o más que la vaca, pero también quizás esté en relación con la serie de refranes que hablan de la pérdida de la fiereza tras la muerte, ya sea animal o hombre.

Y Toro veragüeño, honra a su dueño.

Referido a la ganadería del duque de Veragua

Toros de gran trapío y fuerza cuyo comportamiento era noble, destacando por su bravura a la hora de tomar varas. Fueron los preferidos de las grandes figuras del toreo en múltiples ocasiones, aunque según dice Teresa Rueda, Rafael Guerra, Guerrita, dijo en cierta ocasión que prefería los toros de casta navarra, más pequeños y fieros que a los veragüeños: «Le temo más a los picotazos de los mosquitos de Navarra que a los zarpazos de los tigres de Veragua». Según cuenta esta crítica taurina hoy son pocos los encastes con sangre veragüeña.

Los sucesivos duques de Veragua mantienen la pureza vazqueña. En 1833 falleció el rey Fernando VII, pasando la Real Vacada a poder de su cuarta esposa y viuda, doña María Cristina de Borbón de Nápoles, llamándose oficialmente a partir de entonces Real Vacada de Su Majestad la Reina Gobernadora quien, en 1835, por un valor de 300.000 reales, precio similar al pagado por su regio marido, la enajena a los duques de Osuna y Veragua, que se estrenaron como ganaderos en Madrid el 4 de julio de 1836 y que la llevan juntos hasta 1849, año en que el primero de ellos vende su parte al XIII duque de Veragua, don Pedro de Alcántara y Colón de Larreategui, quedando éste como único criador y continuador de lo más selecto, importante y puro de la raíz vazqueña. Su estreno en solitario como ganadero en Madrid data del 29 de septiembre de 1850. Esta ganadería estuvo en poder de los sucesivos duques de Veragua desde 1849 hasta 1928, en que se enajenó a don Manuel Martín Alonso, vecino de la Alameda de la Sagra (Toledo) y abuelo por vía materna de los importantes y actuales empresarios señores Lozano. Dos años más tarde pasaría su propiedad a don Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio, trasladándola a Jerez de la Frontera, en la provincia de Cádiz. Pero esta historia la dejamos aquí y retomaremos el hilo de esta narración más adelante. En estos 79 años, fundamentales para la historia del toreo, pues abarcan desde la mitad del siglo XIX hasta el primer tercio del XX, estos toros llegaron a conocerse como veragüeños,o de Veragua y se mantuvieron con el estado puro de la raíz vazqueña, llegando incluso a superar a la fundacional. Solo se conoce un cruce, realizado entre un reducido número de vacas con un semental de Miura, a finales del siglo XIX.
A la muerte del XIII duque de Veragua, en 1866, le sucedió su hijo don Cristóbal Colón de la Cerda, quien con el título de XIV duque de Veragua continuó esmerándose en la crianza y selección, con los mismos resultados y éxitos. Su presentación en Madrid data del 24 de abril de 1867. De toda la familia fue el que más celo puso en el empeño ganadero. Para ello tentaba los utreros de cuatro hierbas todos los años, dejando para el matadero o para labor a los menos bravos. Lo mismo hacía con las vacas cada cinco o seis años. A la muerte de este último, en 1910, le sucede, al frente de la ganadería, su hijo don Cristóbal Colón y Aguilera, XV duque de Veragua, estrenándose en Madrid el 17 de septiembre de 1911, quien la mantiene hasta su enajenación, antes mencionada, en 1928.
El hierro de los toros de Veragua era una V con la corona ducal y la divisa encarnada y blanca». Los toros de Veragua eran de gran trapío, elipométricos, no tan grandes ni cornalones como los de Cabrera ni tan recortados y cornicortos como los de Vistahermosa. Su capa o librea muy variada, negros y cárdenos principalmente, berrendos en negro o castaño, bastantes sardos (con distintos matices) y muchísimos jaboneros y flor de melocotón (produciendo una hermosa visión), capuchinos y paticalzados. El perfil entrante y las proporciones braquimorfas. Línea dorso lumbar ensillada. Palomilla alta, grupa redondeada, cola encimera e ijar lleno. La línea ventral ligeramente recogida y los atributos sexuales manifiestos. Extremidades cortas y bien aplomadas. La cabeza empastada, anchos de sienes, melenos y astracanados, con amplias encornaduras, tirando a veletos. El cuello muy musculado, con amplia cerviz, enmorrillados, la papada breve y casi degollados. El pecho amplio, los costillares muy desarrollados y de gran diámetro bicostal.
En cuanto a su comportamiento, se caracterizaban por su fuerza y nobleza. En la suerte de varas acometían ciegamente, con un enorme poder, recargando y propinando caídas monumentales. Especialmente a la salida de chiqueros, perseguían con tal bravura a los peones que se rompieron muchas veces las astas por sus cepas. Parece imposible que unos toros tan nobles produjesen tantísimas cogidas, sobre todo a los varilargueros, pero todo esto, sin duda, era debido a la fuerza que poseían en sus patas y pitones, revolviéndose con prontitud y volteando a caballos y jinetes. En la enciclopedia taurina de Cossío, la mayor cantidad de toros célebres allí citados son de Veragua. La típica advertencia que figuró en los carteles durante muchos años de que: «...en el caso de inutilizarse los picadores anunciados, el público no tendrá derecho a exigir otros...» viene a partir de que un toro veragüeño mandase a todos los picadores a la enfermería, después de tomar veinte varas. Al no haber más gente de a caballo se formó un motín tremendo y por eso se ponía esta advertencia. A pesar de todo, cada vez que se producía un gran acontecimiento, como por ejemplo una alternativa de algún torero importante, se solicitaban para ello los toros de Veragua. A título de ejemplo digamos que en 1875 Rafael Molina «Lagartijo» le dio la alternativa a José del Campo «Cara-Ancha», cediéndole el toro Apreturas y en 1902 don Luis Mazzantini hizo lo propio con Vicente Pastor, con Aldeano. Ambos eran veragüeños.

Y Toros y fiestas, malos para las bestias.

Refrán que sintetiza el sentir de los defensores de los animales que ven en las corridas de toros el ejemplo más significativo de la crueldad hacia el animal tan propio de muchas fiestas y tradiciones populares.

Y Tres cosas hacen al campesino salir de casa: procesiones, toros y personas reales.

Y Tres cosas hay que nadie sabe cómo han de ser: el melón, el toro y la mujer.

Y Vaca de Luzaga y mujer de Anguita, quita quita. 'Luzaga'

Luzaga es un pueblo de Guadalajara (España) en el que hubo hace tiempo reses de mala calidad. Siguiendo con el modelo de tantos y tantos refranes, aprovecha para desacreditar a las mujeres de Anguita, una localidad vecina.

Y Ver los toros desde la barrera, eso lo hace cualquiera.

Y Ver los toros desde lejos, es mi consejo.

Y Yo soy toro en mi rodeo, y torazo en rodeo ajeno [Arg.].

Y Y aunque lo vean toro viejo, es padre de más de cuatro [Méx.].

Y Y yo soy como el toro, si me apuran me cago todo [Arg.].



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Refranes de Toros 1

El mundo de los toros es un mundo rico en refranes; el habla cotidiana está, a su vez, llena de referencias taurinas. Pero resulta curioso observar cómo los refranes que se emplean en los toros no siempre tienen referencias taurinas directas, se toman del acervo general. Por el contrario, muchas personas que en su vida han ido a los toros saben interpretar y emplear perfectamente expresiones como al toro hay que cogerlo por los cuernos, dar un larga cambiada o cambiar de tercio; dichos y expresiones que reflejan la importancia que ha tenido y tiene el mundo del toro en nuestra lengua.
Como en otros campos muchos refranes bien conocidos en otras épocas, se han ido perdiendo o han caído en desuso, pudiéndose ahora mismo únicamente enontrar en algunas antologías. De unos y de otros hemos hecho nuestra recopilación particular.
¿A dónde vas?... ¡A los toros!... ¿De dónde vienes?... de los toros
Refrán con el que se expresa la alegría que muestra el que va a una fiesta, y la desilusión que muestra a la vuelta, porque no se han cumplido sus expectativas.
A dos puyas, no hay toro bravo
Los castigos seguidos pueden acabar con el más bravo. Hay que ser perseverantes.
A falta de pan, buenas son tortas; y a falta de toros, buenos son perros
Prolongación y deformación del conocido refrán A falta de pan, buenas son tortas, que habla de conformarse con lo que hay pero con un claro sentido negativo.
A la primera embestida, perdió el picador la vida
Refrán surgido en los tiempos en los que los caballos no llevaban peto. Con frecuencia no solo los caballos, los picadores sufrían lesiones y cornadas recayendo sobre ellos la parte más peligrosa de la lidia.
A los cojos sigue el toro
Otro más de la serie que señala que las desgracias suelen cebarse en los más débiles.
A lo mejor salta el estoque
Previene contra los peligros imprevistos.
A toro muerto, gran lanzada
Variante de A moro muerto, gran lanzada [1]. Habla de lo valientes que son algunos cuando ya ha pasado el peligro.
A tres del mes, toros en Jerez
Uno de tantos refranes que dan cuenta de otro tiempo y otras costumbres.
Al loco y al toro, dálle corro
Este refrán presenta diversas variantes, la que precede es la Argentina, y dice cómo actuar frente a los enfurecidos. Otros aconsejan dejarlos solos, contemplarlos desde lejos: Al toro y al loco, de lejos mirarle el moco.
Al toro por el cuerno, y al hombre por el verbo
Habla de los puntos débiles: al toro para vencerlo hay que tomarlo por los cuernos para dominarlo. Igualmente al hombre se le puede vencer por las palabras que dice (por la boca muere el pez). Tenemos la variante: Al toro por las astas, y al hombre por la palabra y el proverbio latino: Se coge al toro por los cuernos, al hombre por la palabra y a la mujer por el elogio.
Se enlaza este refrán con aquel que aconseja que Al toro hay que agarrarlo por los cuernos.
Al torero que no hace la cruz, se lo lleva el diablo
Refrán relativo a la suerte de matar, también llamado «momento de la verdad». El torero deberá meter su espada enteramente en todo lo alto del morrillo. Los brazos deben cruzarse al entrar a matar, de ahí la frase «hacer la cruz». En el momento del encuentro, el torero pierde de vista, por unos segundos, hacia dónde dirige el toro los pitones; es por ello que debe confiar saberlo dirigir con la muleta.
Al toro bravo, y al hombre bravo, no le levantes nunca la mano
Refrán típicamene taurino que habla de la necesidad de someter a los toros bravos, de torearlos por lo bajo para hacerles que humillen; la muleta, una vez rematado el muletazo, ha de sacarse por debajo de la pala del pitón, de lo contrario toman sus medidas y hasta su venganza.
Aquello era una corrida de toros
Indica confusión, desconcierto, desorganización... Surgió el refrán en la época en las que las corridas de toros eran bastante caóticas sobre todo cuando el toro salía con trapío y bravura e imponía su ley en la plaza.
¡Ay, mamá, los toros, unos pintos y otros moros!
Refrán mexicano que hace referencia a la dificultad de alguien para elegir entre dos grupos sociales; por ejemplo cuando uno llega a una fiesta y no sabe a qué corro juntarse para entablar conversación.
¡Avíate, que vas a los toros!
Otra expresión más que refuerza la influencia de los toros en el habla popular. Este refrán habla de cuando la gente se vestía sus mejores galas, aún hoy lo hacen en muchas plazas y en algunas localidades especialmente, para ir a los toros. Se suele utilizar a menudo con ironía para ridiculizar a la gente que se acicala en demasía.
Bronca en el ocho
Aplicable a discusiones o broncas, entendidas en sentido general. Proviene del hecho de que era bastante habitual en la plaza de Madrid, que el público del tendido ocho organizara las broncas, entendidas en sentido taurino y definidas según el DRAE92 como «manifestación colectiva y ruidosa de desagrado en un espectáculo».
Cabuya fuerte enlaza toro.
Refrán cubano que habla de que cuando se ponen los medios adecuados no hay fuerza que se resista.
La cabuya (pita) es una soga hecha de ese material. Dar cabuya significa según el DRAE 'amarrar con cuerdas o cadenas'.
Ciertos son los toros
Frase que sigue teniendo vigencia en la actualidad y de la que Iribarren recoge una amplia explicación que incluimos a continuación:
Equivale a decir: Cierto es lo que había sospechado, presumido o dicho. Según José M.ª de Cossío (Los Toros, tomo 2.º, pág. 239), indica certeza de un suceso temido.


Aparece la expresión en el Quijote(cap. 35 de la 1.ª parte) y Clemecín, comentándola. escribe:
«Ciertos son los toros:frase usual para asegurar la certidumbre de alguna noticia. Hubo de tomar origen de las ocasiones en que los apasionados a las corridas de toros (afición tan común en España), al ver hacer el toril u otros preparativos para el espectáculo se dirían congratulándose, unos a otros: Ciertos son los toros. De aquí nacería el refrán que trae el Comendador Griego (Hernán Núñez): Puesto está el castillo, ciertos son los toros , y de aquí se generalizaría la expresión, extendiéndose a todos los casos dudosos en que se ven o se cree ver indicios vehementes del éxito. Así lo usa el buen Sancho...».
Bastús en La sabiduría de las naciones (serie 1.ª, pág, 300), reproduce la opinión de Clemecín, sin citarlo.
Según Correas (Vocabulario de refranes), la frase que comentamos y que, según él, se decía en Salamanca, alude a «cuando los toros están en coso o corral». Y según Covarrubias (Tesoro de la Lengua Castellana) se emplea «cuando la cosa de que dudamos da indicios de ser cierta, como cuando los toros están ya encerrados en el toril de la plaza».
Pero no creo que sea esta la explicación, porque el dicho no alude a los toros, sino a la fiestao corrida de toros.
Así lo entendió Cejador cuando escribió en su Fraseología(tomo 3.º): Ciertos son los toros. Se dice cuando se cerciona uno de haber corridas de toros, como se ve por el dicho completo: puesto está el castillo (puesto que está instalado el castillo), ciertos son los toros.
Esta frase la trae Hernán Núñez en su Refranero español, obra publicada en el año 1555.
Falta saber a qué llamaban el castillo en el siglo XVI. En el Diccionario de Autoridades de la Real Academia (Madrid, 1726-39) se dice que «castillo es también el artificio de madera que se forma y levanta en alto y se viste de cohetes con sus guías, que en prendiendo en ellas el fuego se va disparando hasta el final con varias intervenciones muy vistosas».
¿Estaría ligada la fiesta de los toros al castillo de fuegos artificiales? (1).

(1) De los datos que poseo sobre las corridas de toros celebradas en Pamplona, parece deducirse que en los siglos XVII y XVIII, al final se quemaban castillos de fuegos artificiales.
Así ocurrió el 25 de septiembre de 1738. Tras la corrida celebrada en honor de doña Marian de Neoburg, viuda de Carlos II, se quemó un castillo de fuego. Lo mismo ocurrió en 1751.
El castillo de fuego, en Navarra y en otras regiones, era el remate obligado de las fiestas taurinas importantes.
De la familia podría considerarse el refrán Tan cierto como los Toros de Castril, que hace referencia a la fama que en la comarca tienen los encierros de este pueblo de Granada, que se celebran durante sus fiesta patronales, del primer al segundo domingo de octubre, en honor de la Virgen del Rosario y del Cristo del Consuelo.
Con aire solano, no hay toro bravo
Refrán propio de Andalucía, algunos lo atribuyen a Eduardo Miura, que hace referencia a lo cálido de este viento que es fuerte y quemazón. Solo hemos encontrado como explicación de este refrán, la que da Iribarren [2], pero no estamos muy de acuerdo con él en lo de que es el viento nordeste, fuerte y frío, ya que no hemos encontrado referencias en este sentido y sí en el de viento cálido y fuerte, como lo muestra el siguiente texto de Antonio Burgos que rememora, en parte, la muerte de Manolete:
Por las orillas lentas del río de Corbones, donde se hace silencio la vega de Carmona y el solano recuerda sus mares ligustinas, en la siesta campera escriben las chicharras viejas coplas que escuchan lejanos campanarios. Historias de los hombres, de las cosas del campo, historias de los sueños, de los tiempos lejanos, cuando los portuguesas venían a la siega con sus hoces al cinto, como curvas espadas de la guerra del hambre que siempre los vencía.
Son las coplas que el viento, en estas largas siestas, acerca hasta las torres de Lora y de Carmona, cuando un gato dormita los helechos del patio. Cualquiera puede oírlas si se pone a la sombra de una higuera bravía, de un incierto acebuche. Una punta de vacas está por Zajariche, son cárdenas algunas, entrepeladas otras. Llevan un viejo hierro, con un miedo con asas.
Esta tarde el silencio es más hondo en el campo. Los erales lo escuchan en lo alto de una loma y estiran las orejas que puede que les corten una tarde no escrita, en Pamplona o Sevilla. Esta tarde el solano se ha puesto como entonces, como cuando en Linares aquel hijo de "Islera" le metió a Manolete el cuerno por la historia. Los toros de Miura conocen el silencio de esta muerte que llega al campo por la tarde. Lo cantan las chicharras, con compás de esquilones.
Y este viento solano que agosta las granadas en las huertas del río que pasa por Sevilla [el subrayado es nuestro], el que anuncia la muerte, el que anuncia Linares, me ha dicho en esta tarde de agosto que Mateos, el mayoral de siempre, el que iba a Bilbao, el que embarcó de mozo a Islero aquella noche, ha muerto en su caballo, como mueren los hombres. Las crónicas no dicen si se quedó estribado, si un lagarto o una bicha asombró a su caballo. El viento me confirma que en este Zajariche los mayorales siguen galopando cerrados, cortando por el aire la estampa de una copla. Viento solano, malo en invierno peor en verano.
Nunca salen las cuentas de los cuatro por cuatro en estos campos viejos que dejó Don Eduardo sin saber la noticia, que debutó en Sevilla el nieto preferido quele salió torero y metió tanto campo en un fundón de estoques. Los mayorales siguen en caballos caretos, con sus sillas vaqueras y mosqueros de lujo, con la manta estribera, marsellés del invierno, capote de la lluvia encerado y lustroso cuando llega noviembre, temporal de neblinas. Los mayorales siguen en caballos de coplas llevando hasta el cerrado al toro de San Lucas. No está hecho este campo para oír los motores que profanan el templo de amapolas y trigo, con costales de pienso que los cabestros llevan en lomos albardados de lentitud romana.
A usted, José Mateos, los cencerros lo lloran. A modo de campana, doblan los esquilones. Un mayoral no puede montarse en un Land Rover si está con los miuras, leyenda y Zajariche. A usted, José Mateos, mayoral de Miura, la muerte lo ha encontrado como una copla antigua: a caballo, midiendo los silencios del campo, calzón y guayabera, sombrero de ala ancha, corridas apartadas y vacas que parieron. Su muerte es tan antigua como el mapa de España que enseña en las paredes la piel de aquella "Islera" que mataron con rito de viejo sacrificio cuando todas las radios de la explosión de Cádiz anunciaron la boda con la muerte y la historia del novio que tenía, tan guapo, Lupe Sino. La copla que en la siesta repiten las chicharras necesita una radio de cretona y de hambre. Quizás en Radio Andorra la cante Doña Concha, porque existe la muerte de León y Quiroga en los años inciertos de esta altura de siglo. La copla de la siesta que cantan las chicharras, que se oye por Carmona, que por Lora repiten, que llega a La Campana con el viento solano, sabe que siempre vive quien muere en su caballo.

[Fuente: Antonio Burgos: Copla por la muerte de un mayoral Antonio Burgos [en línea].. (Consultada: julio del 2002.)]

De esta y otras referencias pensamos que hay una suma de efectos, viento fuerte y calor que llegan hasta acabar con la bravura del toro.
Con toro toreado, mucho cuidado
Porque aprende el engaño y busca el cuerpo. Se usa en sentido figurado para prevenir a las personas contra aquellas que han tenido malas experiencias.
En el Refranero mexicano se recoge una versión más larga: Con toro que ya han toreado, vete con mucho cuidado. También la variante: Con toro jugado, mucho cuidado.
Corrida de expectación, corrida de decepción
Refrán típicamente taurino que habla de cuánto se defraudan las expectativas ante las buenas corridas. Existe las variantes Día de expectación, día de decepción y Tarde de expectación, tarde de decepción.
Cuando escarba el toro en la arena parece estar cavando la fosa del torero
Conocida greguería de Ramón Gómez de la Serna.
De cuernos, ni aun tintero
Alusión a la infidelidad que ya aparece en el Peribáñez de Lope de Vega:
PERIBÁÑEZ: ¿Tú quieres que intente un lance?

CASILDA: ¡Ay no, mi bien, que es terrible!

PERIBÁÑEZ: Aunque más terrible sea,
de los cuernos le asiré,
y en tierra con él daré,
por que mi valor se vea.

CASILDA: No conviene a tu decoro
el día que te has casado,
ni que un recién desposado
se ponga en cuernos de un toro.

PERIBÁÑEZ: Si refranes considero,
dos me dan gran pesadumbre;
que a la cárcel, ni aun por lumbre,
y de cuernos, ni aun tintero.

[Fuente: (Consultada: julio del 2002.)]
De Valdemorillo, ni vaca, ni novillo; y a poder ser ni mujer
Nos quedamos con la primera parte de este refrán que pertenece a esa larga serie en la que se denostan los pueblos vecinos.
La feria de Valdemorillo (Madrid-España), a primeros de febrero, las fiestas de san Blas y la Candelaria, es la primera de la temporada taurina española. En ella se dan cita importantes ganaderías y suelen despuntar los novilleros que luego llenarán las plazas el resto de la temporada o en años venideros.
Sin embargo, y a pesar de que en la zona sí se crían reses bravas (Antoñete tiene su finca en el vecino pueblo de Navalagamella), lo más probable es que el refrán haga referencia a la carne de echar al puchero; fama, que será a todas luces injusta y el refrán será solo un pique más entre pueblos ayudado por la rima fácil.
Del toro manso me libre Dios, que del bravo me libro yo
Curiosa variante andaluza del conocido refrán Del agua mansa líbreme Dios, que da la brava ya me libro yo.
Del toro la bravura, de la musa la ganadora
Refrán portugués para poner de relieve la necesidad de la bravura del toro.
Desde lejos se miran (ven) los toros
Incluido en el Refranero mexicano parece significar lo que enuncia y estar en relación directa con aquel de El mejor torero es el de la barrera y que En los tendidos se sientan los expertos. Sin embargo, también puede interpretarse como un consejo ante los peligros de los que conviene alejarse.
Notas
[1] Iribarren (pág. 307) incluye amplia entrada, que reproducimos, sobre la variante toro/moro de este refrán: ¿A moro muerto, gran lanzada, o a toro muerto...?:
Sbarbi en su Gran Diccionario de Refranes, incluye el de A toro muerto, gran lanzada, que se aplica «a aquellos valientes que se atreven a arrostrar todos los peligros cuando ya lo han hecho otros, pero no antes».
Sbarbi añade: «En lugar de toro, dícese también moro».
El refrán de A toro muerto... lo vi empleado por Fernán Caballero en sus Cuentos populares andaluces, donde, en el capítulo titulado «Una paz hecha sin preliminares, sin conferencias y sin notas diplomáticas», pone en boca de un personaje el dicho de ¡A toro muerto, gran lanzada!
Cabría plantear la duda de si el verdadero refrán alude al toro y no al moro, sobre todo teniendo en cuenta que antiguamente los toros eran muertos a lanza [ver Cada mozo que lancee su toro], que existía la suerte de las lanzadas (también llamado toreo a la suiza y palenque, que ejecutaban doce o más hombres puestos en filas y armados con lanzas), y que llamaban lanzada de a pie —según el Diccionario de Autoridades— a «la que dan los toreros en las fiestas de toros; y se ejecuta abriendo un hoyo en el suelo, y hincando en él el cuento de una lanza muy gruesa, para que resista el golpe del toro, al cual espera (rodilla en tierra) al salir del toril, y al ir a embestir al hombre, le endereza (este) la lanzada y se clava en ella, atravesándose muchas veces desde la frente a la cola. Es suerte arriesgada».
Sin embargo, el verdadero refrán, el primitivo y genuino alude al moro. Así lo recogen Correas en su Vocabulario, Covarrubias en su Tesoro (quien lo explica diciendo que es «proverbio común en oprobio de los cobardes fanfarrones») y el Diccionario de Autoridades al consignar que A moro muerto, gran lanzada es refrán que se aplica por vilipendio y oprobio al que se jacta de su valor después de no haberse encontrado en peligro».
Y en alguna de estas obras se cita el de A toro muerto, que es una variante introducida posteriormente, por homofonía de toro con moro.
León Medina en su erudito trabajo «Frases literarias afortunadas» (Revue Hispanique, tomo XX. París, 1909), afirma que el refrán A moro muerto, gran lanzada tiene tan rancio abolengo, «que ya se lee como antiquísimo retraher en el Juego trobado de Pinar, y en las coplas de Jerónimo de Artés (Cancionero de Castilla, tomo 2.º, págs, 89 y 173, ed. de los Bibliófilos)».
Este Cancionero general de Hernando del Castillo fue impreso por primera vez en Valencia, el año 1511. [Volver al texto]

[2] Iribarren (pág. 306): Sabido es que el viento es el enemigo mayor de los toreros (porque, como ellos dicen les descubre), especialmente si es solano, o sea nordeste, que se caracteriza por ser fuerte y frío. En una tarde en que reine este viento, los diestros no tratan más que de defenderse de sus efectos, a la vez que del toro, y como nada resulta lucido, el público se aburre, y al final el toro carga con la culpa, como casi siempre. Se atribuye este refrán al ganadero don Eduardo Miura. (Referencia que debo a mi buen amigo el publicista taurino Luis Fernández Salcedo). [Volver al texto]
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